La guerra interna

La creación se desenvuelve mediante la acción de diversas energías o principios. Por ejemplo, no podría existir evolución sin destrucción de formas. Esto permite la construcción bajo nuevas modalidades.

En todo acto creativo está presente esta fuerza destructora, no siempre agradable a simple vista. La naturaleza está llena de ejemplos de ello: movimientos sísmicos, tornados, inundaciones, sequías y mucho más.

Las relaciones interpersonales se encuentran también plena de acciones destructivas e incluso pérdidas irreparables. En lo personal, muchas situaciones de la vida se nos escapan de las manos. Y en lo individual, incluso desde el mismo momento del nacimiento se activan en cada uno de nosotros los mecanismos de la propia destrucción y envejecimiento celular.

Por ello es ilusorio pretender que nada cambie. Incluso para construir una nueva realidad en nuestras vidas, mejorar nuestros comportamientos o nuestra realización personal, es necesario destruir y aniquilar viejos condicionamientos y defectos.

La única manera de liberarse es rompiendo las cadenas que atan.

En todas las mitologías se representa esta fuerza destructora como una divinidad particular. Las más conocidas en nuestras culturas greco-latinas son Ares-Marte y Némesis. En el Antiguo Egipto tenemos, entre otros, a Seth y Anubis. En la India a Shiva y entre los Aztecas al Señor del Mictlán.








Ares


Némesis


Shiva

Las divinidades mitológicas se representan relacionadas entre sí, a veces atraídas por el amor, otras veces separadas por la guerra. En todos los casos, se trata de una representación del intercambio e interrelación de las fuerzas que cada una representa. Es la forma de ilustrar para el común de los mortales como se entrecruzan las energías de la creación.

Muchas veces en tu vida puedes encontrar que hay destrucciones que te afectan y te quejas por ello. Si tienes paciencia, descubrirás en muchas de ellas que siempre hubo un motivo y que las consecuencias posteriores han sido positivas para ti. Otras veces, no parece haber reparación o construcción de algo mejor. No parece haber justicia.

Pero esto es una ilusión que se produce por creer que estos años en la Tierra son toda tu vida. La creación y su ser espiritual van mucho más allá. Y las jerarquías espirituales están actuando a más largo plazo. Recuerdo a propósito de esto a la diosa egipcia Némesis. Ella era la deidad vengadora y ejecutora de la llamada justicia divina. Némesis se vengaba en nombre de los dioses de todas aquellas personas que no hubieran recibido castigo por parte de la justicia humana. Némesis era más bien una mensajera divina que atacaba en su nombre a los pecadores de soberbia y altivez y a los transgresores de la ley. La representan con alas como forma de indicar que el castigo sigue rápidamente al crimen que lo llama. Lleva una lanza y una copa con licor para fortalecer las virtudes y está cubierta con un velo con el que indica que la venganza de los cielos es impenetrable y llega de improviso ante los criminales. Es decir, a lo largo de la existencia todo será reparado y de todos tus actos, debes dar cuenta.

También recuerdo a Herakles (Hércules para los romanos). No es un dios, pero sí un héroe. Sus aventuras representan las tareas que la personalidad debe realizar para alcanzar consciencia de la inmortalidad del espíritu. Para ello se requiere bastante fuerza de voluntad (y ciertamente, ser un poco héroe), de allí que este personaje sea el paradigma mismo de la fuerza.









Seth


Anubis


Señor del Mictlán

En mi última visita a México y a las construcciones aztecas, me impresionó mucho la presencia de Quetzacoatl (la Serpiente Emplumada) y el Señor de Mictlán (el Señor del Mundo del Misterio). Tras varios intentos de los dioses por crear una humanidad adecuada, ésta se destruía por sí misma o era necesario que las divinidades intervinieran para terminarla, pues su ignorancia y maldad no eran buenas para la creación. Sin embargo, los dioses no se conformaron con que no existiera en la Tierra la especie humana y decidieron un último intento. Enviaron a Quetzacoatl al reino del misterio para recuperar los huesos de la última pareja humana e intentarlo de nuevo. Pero el Señor del Mictlán no se lo iba a permitir tan fácilmente. Mediante engaños y astucias trató de impedirlo. El sacrificio de Quetzatcoatl y su éxito final dependerá de si aprende a superar los obstáculos que se le presentan. En nuestra vida personal nos encontraremos con numerosos obstáculos y pruebas, y solamente cuando probemos nuestra fortaleza y sabiduría para aceptarlos y vencerlos, tendremos la recompensa de disfrutar de la vida espiritual.

Que la fuerza te acompañe y que logres superar las pruebas que te ponga el Señor del Mictlán.

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