Los efectos del Solsticio de Invierno

La vida que acostumbramos llevar en medio de nuestra civilización puede hacernos olvidar que seguimos siendo mamíferos y que todo nuestro organismo continúa respondiendo a los ciclos de la naturaleza.

En invierno plantas y animales tienen a recogerse. La vitalidad parece disminuir por la menor cantidad de luz y menor temperatura, pero en realidad la vida sigue más internamente que externamente. Todo se prepara para el resurgir de nueva vida en primavera.


Podemos aprovechar este período para reflexionar y meditar sobre lo conseguido en nuestro último ciclo de vida. Una periódica evaluación viene muy bien para seleccionar nuestros mejores frutos y sembrarlos para obtener excelentes retoños en primavera. Manteniendo nuestro cultivo libre de cizaña y maleza la plantación se desarrollará mejor: los comportamientos y sentimientos destructivos o negativos le quitan energía a nuestras metas y propósitos. Hay que hacer limpieza constante y cuidar nuestros sueños.

El solsticio de invierno es un momento de esperanza y confianza. Todos los pueblos observaron que a partir de esa fecha, el sol, invariablemente, comienza a volver trayendo luz, vida y calor. Por muy oscuro que haya estado, la luz comenzará a regresar… siempre.

Por años he estudiado los efectos del invierno en el ser humano y como hemos ido creando mitos a través de los siglos que representan estas consecuencias. He encontrado el siguiente artículo que entrega una recopilación muy acertada.



Sergio Valdivia

(En el Instituto Círculo Aleph se acostumbra enseñar sobre cómo aprovechar la época para el crecimiento pesonal y se efectúa además una Ceremonia del Fuego).


Orígenes


Durante el solsticio de invierno (22 de diciembre) el Sol alcanza su cénit en el punto más bajo y desde ese momento el día comienza a alargarse, progresivamente, en detrimento de sus noches, hasta llegar al solsticio de verano, en que invierte su curso. El término solsticio  significa ’sol inmóvil’, ya que en esos momentos el Sol cambia muy poco su declinación de un día a otro y parece permanecer en un lugar fijo del ecuador celeste.

El solsticio hiemal es el acontecimiento que vivifica la Naturaleza con su luz y su calor, razón por la cual, para todas las culturas antiguas, representaba el auténtico nacimiento del Sol y, con él, toda la Naturaleza comenzaba a despertar lentamente de su letargo invernal y los humanos veían renovadas sus esperanzas de supervivencia, gracias a la fertilidad de la tierra. En el solsticio de invierno, todos los pueblos antiguos celebraban el nacimiento del astro rey mediante grandes festejos, caracterizados por la alegría general y acompañados de ceremonias colectivas, centradas en cantos y danzas rituales y en la recogida de ciertas plantas mágicas, como el muérdago. Las grandes hogueras tenían la función de provocar el calor y la fuerza de los rayos de un sol recién nacido, que encaraba su curso hacia la primavera, inundando la tierra con su poder regenerador. Otro tanto sucedía durante el solsticio de verano, época adecuada para mostrarle, al divino sol, el agradecimiento de quienes habían sobrevivido un año más, gracias a su generosa intervención en el ciclo agrícola y ganadero. Con el desarrollo de las culturas urbanas, los rituales solsticiales agrarios no desaparecieron, sino que se adaptaron a las nuevas circunstancias y necesidades. Por eso, las fiestas paganas más importantes rebasaron el ámbito campesino y se convirtieron en ciudadanas, de forma que la fecundidad que en origen solicitaban para el campo y el ganado, pasó a comprenderse como prosperidad y riqueza para la ciudad.

Desde hace miles de años y para las culturas y sociedad más diversas, el solsticio de invierno ha representado el advenimiento del acontecimiento cósmico por excelencia. No es ninguna casualidad, por tanto, que el natalicio de los principales dioses, relacionados con el Sol (como Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dioniso/Baco, etc.) fuese situado durante este período temporal.

En la antigua Grecia, el culto popular de Dioniso estaba repartido en cuatro grandes festividades: las dos primeras (las Dionisíacas de los campos y las Leneas) se celebraban alrededor del solsticio invernal, con carácter propiciatorio de la fertilidad/prosperidad y en medio de festejos, caracterizados por la gran alegría general. Las dos últimas tenían lugar en la primavera y festejaban la resurrección de la Naturaleza.

En Roma, la celebración de las Saturnalias (fiestas dedicadas a Saturno, padre de los dioses olímpicos y dios protector de la Naturaleza) duraba una semana. Después de la ceremonia religiosa, había grandes festejos y banquetes, se abolían temporalmente las clases sociales y, en los ágapes, los señores servían a sus esclavos; cesaba toda actividad pública (en tribunales, escuelas, comercios, operaciones militares, etc.) y no se permitía ejercer ningún arte ni oficio, salvo el de la cocina; se imponía el hacerse regalos unos a otros, los ricos convidaban a sus mesas, bien surtidas, a los pobres que llamaban a sus puertas, se practicaban juegos de azar, etc.

En los mitos solares de todas las culturas antiguas, ocupa un lugar central la presencia de un dios joven (Jesucristo en la religión cristiana), que cada año muere y resucita, encarnando en sí los ciclos de la vida de la Naturaleza.

Durante el solsticio de invierno, la imagen del dios egipcio Horus era sacada del santuario para ser expuesta a la adoración pública de las masas. Se le representaba como un niño recién nacido, recostado en un pesebre, con cabello dorado, con un dedo en la boca y el disco solar sobre su cabeza.

Mitra, uno de los principales dioses de la religión hindú, objeto de un culto aparecido unos mil años antes de Cristo, cargaba con los pecados y expiaba las iniquidades de la humanidad, era el principio mediador colocado entre el bien (el dios Ormuzd) y el mal (el dios Ahrimán), el dispensador de luz y bienes, mantenedor de la armonía en el mundo y guardián y protector de todas las criaturas, y era una especie de mesías que, según sus seguidores, debía volver al mundo como juez de los hombres. Era un dios que había nacido de madre virgen, en el solsticio de invierno, en una gruta o cueva, fue adorado por pastores y magos, obró milagros, fue perseguido, acabó siendo muerto y resucitó al tercer día.

Baco, otro dios solar romano, también estuvo destinado a cargar con las culpas de la humanidad, también fue asesinado y despedazado (como Osiris) y su madre también lo buscó (como Isis) y recogió todos sus pedazos y lo resucitó. Según la tradición, Baco moría despedazado en el equinoccio de primavera y resucitaba a los tres días.

En el siglo II de nuestra era, los cristianos sólo conmemoraban la Pascua de Resurrección, ya que consideraban irrelevante el momento del nacimiento de Jesús y, además, desconocían absolutamente cuando pudo haber acontecido. Durante el siglo anterior, al comenzar a aflorar el deseo de celebrar el natalicio de Jesús de una forma clara y diferenciada, algunos teólogos, basándose en los textos de los Evangelios, propusieron datarlo en fechas tan distintas como el 6 y el 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, etc. Pero el papa Fabián (236-250) decidió cortar por lo sano tanta especulación y calificó de sacrílegos a quienes intentaron determinar la fecha del nacimiento del nazareno. A pesar de la disparidad de fechas apuntadas, todos coincidieron en pensar que el solsticio de invierno era la fecha menos probable, si se atendía a lo dicho por Lucas en su Evangelio: “Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso y, de noche, se turnaban velando sobre el rebaño. Se les presentó un ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvía con su luz…” (Lucas, 2, 8-14). Si los pastores dormían al raso, cuidando de sus rebaños, para que el relato de Lucas fuese cierto y/o coherente, debía de referirse a una noche de primavera, ya que a finales de diciembre, en la zona de Belén, el excesivo frío y las lluvias invernales impiden cualquier posibilidad de pernoctar al raso con el ganado. Forzando la escena relatada por Lucas hasta el límite, otras Iglesias cristianas -ajenas a la católica como la armenia- fijaron la conmemoración de la Natividad en el día 6 de Enero, ya que, según su deducción, el relato de Lucas sí puede ser creíble, si se sitúa el nacimiento de Jesús un poco más tarde, en enero y en el Oriente Medio. Un tiempo y un lugar donde es muy probable la existencia de cielos nocturnos claros y sin borrascas, aunque todavía con mucho frío. Con el mismo argumento, otras Iglesias orientales, como la egipcia, griega y etíope, propusieron fijar el Natalicio el día 8 de Enero.

Entrado ya el siglo VI, cuando ya se había concluido el proceso de trasvase de mitos desde los dioses solares jóvenes precristianos hacia la figura de Jesucristo, se decidió fijar una fecha concreta. Dado que a Jesús se le había adjudicado toda la carga legendaria que caracterizaba a su máximo competidor de esos días, el dios Mitra, lo lógico fue hacerle nacer el mismo día en el que se celebraba el advenimiento de ese joven dios. De esta forma, entre los años 354 y 360, durante el pontificado de Liberio (352-366), se tomó por fecha inmutable la de la noche del 24 al 25 de Diciembre, fecha en la que los romanos celebraban el Natalus Solis Invicti, el ‘nacimiento del Sol Invencible‘, un culto muy popular y extendido al que los cristianos no habían podido vencer y, claro está, la misma fecha en la que todos los pueblos contemporáneos festejaban la llegada del solsticio de invierno. La fecha del 25 de diciembre fue fijada por el orbe católico como algo inamovible, aunque no fue aceptada por la Iglesia oriental que, aún hoy día, sigue celebrando el Natalicio de Jesús el 6 de Enero.

Con la instauración de la Navidad, también se recuperó en Occidente la celebración de los cumpleaños, aunque las parroquias europeas no comenzaron a registrar las fechas de nacimiento de sus feligreses hasta el siglo XII.

8 comentarios:

  1. Muy interesante este articulo , lo encuentro de un estudio muy profundo de la historia y además de un gran contenido cultural.
    Agradecido , por que sirve como cultura general .-

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  2. Ademas del valor cultural del articulo, nos deberia hacer sentir que todos los dias son "ese"

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  3. Exelente articulo, muchas gracias por compartirlo.

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  4. muchas gracias por compartir tan hermoso conocimiento , y asi, traer luz a nuestras vidas, comprendiendo como funciona la naturaleza, aplicando a nuestro mundo desde cada lugar , es maravilloso ver como esta funcionando el PLAN DIVINo DE LA CREACION. GRACIAS!!!!!

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  5. La cultura judeo - cristiana, y en especial el Catolicismo, suele ser soberbio, pensando que con ellos empezó todo. Yo habia algo leido sobre esto pero ahora confirmo. Madres vírgenes, mesias jóvenes...la idea se repite. Y todos los profetas merecen respeto. Incluso en las historias de las culturas indígenas està presente la misma idea. Y allì incluso se habla de un diluvio.

    Interesante para seguir profundizando.

    Ahora me pregunto ¿Que significado tendrà la virginidad de las madres de los mesias?

    Muchas gracias.

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  6. una constelación?????

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  7. Los felicito por esta publicación,me confirma una vez más lo que yo vengo sosteniendo que Jesus no pudo haber nacido en diciembre por que en esa fecha en Jerusalen es Invierno por lo tanto me alegro haber leido este articulo.Alicia

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  8. XOCHITL MEXICO:
    GRACIAS POR DARNOS LA OPORTUNIDAD DE RECIBIR ARTICULOS TAN INTERESANTES, CON MUCHA VISION Y SOBRETODO CON UN GRAN SENTIDO DE UNIDAD....ME SIENTO PARTE DE UNA FAMILIA UNIVERSAL QUE SE UNE A TRAVES DEL COMPARTIR....GRACIAS PROF SERGIO VALDIVIA POR HACER LLEGAR TAN VALIOSA INFORMACION.... BENDICIONES!

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Gracias por participar!