Exponer oralmente bien lleva sus opiniones e ideas a otra dimensión

El orador necesita hallar los argumentos, presentarlos en un orden conveniente, adornarlos con palabras y expresarlos con decencia y decoro.

Es necesario encontrar las ideas y argumentos con que se propone formar el discurso. ¿Cómo se hallan? ¿A qué fuente se debe recurrir? ¿Por qué el entendimiento se niega muchas veces a prestar este servicio?

 El privilegio de la meditación y la interioridad está en encontrar en las cosas relaciones más importantes y representarlas con formas que correspondan a esta grandeza. El mismo objeto retratado por una pluma o lengua mezquina adquiere en otra lengua o pluma formas sublimes.
Es preciso adquirir ciertos conocimientos por el hábito de reflexionar sobre las cosas y los seres. Un examen continuo y profundo sobre las materias que se ocuparán, son todos manantiales de la invención y de donde se sacarán los recursos.

La lectura exterior es como aquellos alimentos que no se digieren: no alimentan al alma. Menester es que la reflexión abunde sobre cada página escogida. De lo contrario las ideas serán fugaces y nada quedará en la memoria, de donde luego el orador extraerá el material de su discurso. La meditación, luego, depurará y orientará dicho material reflexivo.

Acercarse al objeto, examinarlo en todas sus dimensiones, recoger todas las ideas que le convienen, componerlas y descomponerlas sucesivamente, descubrir el punto de vista más interesante en que deben ser presentadas, darlas por último en plan y formas de enunciación, he ahí el trabajo y fruto de la invención oratoria.

Tal vez no haya nada más importante que la pronunciación en todo discurso. La pronunciación es lo que hace la diferencia entre oír a un orador y leer su discurso impreso. La palabra impresa es apenas la sombra del verbo vibrante transmitido vivamente.

La entonación, las inflexiones y el ademán amplían y clarifican el pensamiento; y el orador que pronuncia bien da calor donde, muchas veces, por la lógica no lo hay y produce armonía donde retóricamente hace falta y naturalmente no existe. Así también el mejor discurso, mal pronunciado, pierde todos sus atractivos.

El mismo trozo pronunciado hábilmente en la tribuna y leído después, aunque se copie meticulosamente, dejan de ser la misma cosa. ¿Por qué? Porque la acción, que es un lenguaje que viene en auxilio de otro lenguaje, el tono, las modulaciones de la voz, el gesto y la expresión de la fisonomía, a veces, son todos aliados poderosos de los que saca buen partido el orador, y no pueden transmitirse al papel en que sólo puede trazarse una copia muerta al lado y en comparación del cuadro vivo y animado que se levantó en el lugar del discurso. La elocuencia de la acción es, pues, tanto y más persuasiva que la de la palabra.


 Sergio Valdivia, Rector del Instituto Círculo Aleph es, entre otras actividades, conferencista internacional y locutor profesional. Personalmente da cursos de oratoria en el Instituto.

3 comentarios:

  1. Toda palabra siempre debe llevar implicito la "intencion y el proposito de su significado " que quiere dar, de lo contrario, es un sonido difuso que solo tiene significado para el que la dice mas no para el oyente. La palabra es el pensamiento mismo convertido en pequeños paquetes de energia que salen de la boca en forma de sonido.Greinac ( Realities and parallels of greinac,blogspot.com )

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  2. La palabra como tal es la acción enérgica del orador, quien pretende a través de una buena entonación o de un ademas eficaz, transmitir la información al oyente, pero mas que eso se busca grabar en la mente del auditorio, la información que de vital importancia consideramos que debe tener

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  3. Y esa información que entregamos, tiene el propósito de provocar algún cambio o acción en el auditor.

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